sábado, 26 de septiembre de 2015

No hay mal que por bien no venga...

Leo por ahí que en España se suprimió la enseñanza de la filosofía en la escuela secundaria, y que el Japón se dispone a cerrar las facultades de humanidades para centrarse más en las técnicas. Luego recuerdo lo que decía Octavio Paz en El arco y la lira sobre la condición marginal del poeta y no dudo en decirme: «Qué bueno. Por fin. Ya era hora».

Ojalá algún lector juzgue elitista esto que diré, aunque por mi parte, confieso que me importa un bledo lo que puedan pensar. Ya era hora de que, en alguna parte, se comenzara a desmontar la infatuada creencia de que es "artista" cualquier burro que pueda sacarle un pito a una flauta con alguno de sus resoplidos; de que es un Jackson Pollock cualquier aburrido que se atreva a chorrear pintura, ya que de músico, poeta y loco, todos tenemos un poco, etc.

Cuando ser poeta deje de ser considerado "prestigioso" por tantos millones de imbéciles, podrá seguir siendo lo que nunca ha dejado de ser: esa cuerda floja que constituye el único camino capaz de conducirnos por encima del infernal abismo de la condición humana al otro lado del ser. 

En todas las épocas, los verdaderos poetas han sido y son seres marginales, como aquel Isidore Ducasse, a quien muchos, paradójicamente, consideran un profeta por haber escrito aquella frase según la cual: «La poesía será hecha por todos, no por uno». ¡Qué pena que no hayan continuado leyendo ese mismo pasaje de las Poésies de Lautréamont, pues, justo en el párrafo siguiente, lo que se lee tiene que ver con la relación entre la ciencia y la ignorancia. Copio y traduzco a continuación, para que quede constancia:
«La poesía debe ser hecha por todos. No por uno. ¡Pobre Hugo! ¡Pobre Racine! ¡Pobre Coppée! ¡Pobre Corneille! ¡Pobre Boileau! ¡Pobre Scarron! Tics, tics, y tics. 
Las ciencias tienen dos extremidades que se tocan. La primera es la ignorancia en que se encuentran los hombres al nacer. La segunda es la que alcanzan las grandes almas. Estas han recorrido lo que los hombres pueden saber, encuentran que lo saben todo, para hallarse en la misma ignorancia de la que habían partido. Se trata de una sabia ignorancia, que se sabe a sí misma. Aquellos que, habiendo salido de la primera ignorancia, no pudieron llegar a la otra, tienen algún matiz de aquella ciencia suficiente y se hacen los entendidos. Estos no molestan al mundo, no juzgan todo peor que los demás. El pueblo, los hábiles, componen el tren de una nación. Los demás, que la respetan, no son menos respetados.

(«La poésie doit être faite par tous. Non par un. Pauvre Hugo ! Pauvre Racine ! Pauvre Coppée ! Pauvre Corneille ! Pauvre Boileau ! Pauvre Scarron ! Tics, tics, et tics. 
Les sciences ont deux extrémités qui se touchent. La première est l’ignorance où se trouvent les hommes en naissant. La deuxième est celle qu’atteignent les grandes âmes. Elles ont parcouru ce que les hommes peuvent savoir, trouvent qu’ils savent tout, se rencontrent dans cette même ignorance d’où ils étaient partis. C’est une ignorance savante, qui se connaît. Ceux d’entre eux qui, étant sortis de la première ignorance, n’ont pu arriver à l’autre, ont quelque teinture de cette science suffisante, font les entendus. Ceux-là ne troublent pas le monde, ne jugent pas plus mal de tout que les autres. Le peuple, les habiles composent le train d’une nation. Les autres, qui la respectent, n’en sont pas moins respectés») 

¡Pobre Neruda! ¡Pobre Parra! ¡Pobre Paz! La primera víctima en la guerra contra la poesía fue el nombre del autor. El bosque se tragó a los árboles. El esfuerzo por desaparecer las individualidades poéticas condujo a intentar reducir cada una de sus búsquedas a una simple "receta". Surgieron así los "talleres" y los "colectivos" de escritura, donde se comenzó a pretender enseñar a soplar flautas en franca incompetencia contra la manera en que, tradicionalmente, se forman los poetas.

Esta manera tradicional a la que me refiero pasa primero por joderse, es decir: dejar de vivir por andar leyendo, cargándose, a la manera de un acumulador, de una neurosis que hará las veces de energón; luego sobrecogerse, o sea: luego de dejarse preñar por las neurosis, pagar el precio de semejante embarazo existencial, que no es otro que sucumbir en un estado parecido a la esquizofrenia; finalmente expresarse como mejor se pueda, esto es: por la vía de los materiales que estén más disponibles, pues sólo los idiotas confunden la poesía con las palabras que la expresan. Es así como se han hecho todos los poetas desde el principio, y no en "talleres".

Hace falta, sin embargo, muy poca ciencia para sólo ver "incoherencia" en la relación que mantienen los dos párrafos de Ducasse anteriormente citados. Lo que el poeta quería poner en evidencia era la ignorancia de esas "grandes almas" que eran los poetas considerados "grandes" en su época: Hugo, Racine, Coppée, Corneille, Boileau, Scarron. Lo que nos dice Lautréamont es que la ignorancia de los mortales comunes es la misma que la de esas "grandes almas", y que por tanto, no hay que andar por ahí engañando a los incautos y jugando a ser un "semidiós". Pero entre eso y la pretendida "democratización" de la escritura en que terminó resumiéndose la lectura que el siglo XX hizo de las Poesíes de Lautréamont hay más de un paso.

El caso es que, ahora que el diagnóstico de un exceso de baba ha conducido a los mismos plutocráticos sectores decisionarios de siempre (esos que nunca dan puntada sin hilo) a suprimir la enseñanza de las Humanidades tanto en la escuela secundaria como en la universidad, hay razones para esperar que, por una vez, el tiro les salga por la culata, y que por efecto de una insospechada carambola, quede la poesía restituida en el mismo lugar en el que —insisto— nunca ha dejado de estar, pero, eso sí, despojada de tanta alharaca, tanta bellaquería y necias oquedades.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Ni siquiera la nada se hace de la nada...

Tal parece que la nada es un asunto urgente en la agenda de este siglo XXI. Para poner un ejemplo fácil de comprender: el simple hecho de decidir un día abrir un blog equivale a obtener un permiso para escribir en la nada sobre la nada. Un libro físico, en efecto, es un objeto más o menos concreto: si tiene suficientes páginas, y suficientes ejemplares, se los puedes dejar caer en la cabeza a quienes te insulten, y ya está. O sea, un libro también podría ser un arma de corto o mediano alcance, según se mire. Pero, ¿qué puedes hacer con un blog?

Nada. Y ese es quizás su mejor blasón, su mayor atractivo.

Parecería, en efecto, que el blog y la página web son medios comunicativos diseñados para las sociedades que aspiran a deslocalizar a los sujetos, obligándolos a desaparecer de la polis. En un mundo ideal, es decir, utópico, los diferentes espacios subjetivos que convergen en el seno de lo social deberían coexistir sin producir fricción alguna entre sí. Pues bien, eso mismo es lo que sucede en la blogosfera, donde el señor Cadauno y la señora Cadacual pueden tener sus blogs en el mismo "vecindario" virtual, aunque en la vida real actúen como enemigos naturales.

De la misma manera, tal parece que nada sucede realmente en nuestra época, o mejor dicho: tal parece que lo único que sucede en nuestra época es la nada. El exceso de información se ha tragado nuestra capacidad de reacción. Cada día que pasa hace que las sociedades occidentales se parezcan más al asno de Buridán, aquel que murió de inanición (o, más bien, de indecisión), y no precisamente por falta de comida.

Por eso, en lo que el hacha va y viene (si es que viene), aquí les dejo esta nada.

martes, 25 de agosto de 2015

Nosotros los borraremos



Sucede que yo no soy solamente yo, sino muchos, de manera contingente. Soy, por ejemplo, quien ahora mismo está leyendo esto, y quien supo de este texto por alguien que le habló de lo absurdo y me puso a mí de ejemplo, y quien se quedó esperando más después de terminar de leer uno de mis libros, y otras cosas por el estilo.

No ser alguien en particular es una ventaja cuando se es caribeño: puedes reírte, por ejemplo, de aquellos que fallecieron casi llegando a home; de quienes lo dieron todo por una embajada y ni siquiera pudieron llegar a la subida; de quienes perdieron la vergüenza un domingo pulgas pero antes de llegar a la prolongación de la Independencia.

Los boleros, cuando se sudan, dejan marcas extrañas en los labios de quienes se besan, sobre todo si las cervezas se calentaron, antes o después del sexo, y ya no hay ganas de más o es demasiado tarde para menos. Es en esos casos donde nosotros intervenimos.

A cambio de una módica suma, borramos malos recuerdos; pasamos la mano; faltamos a su trabajo; fabricamos coartadas perfectas para casos extremos; administramos últimos tragos; atendemos a sus esposas; nos encargamos de sus vecinas; incluso podemos olvidar eso que a usted le cuesta tanto trabajo.

Sucede que ahora tampoco usted es usted, sino cualquiera de nosotros. Él o ella, por ejemplo, pasando por aquí por pura curiosidad, podría creer que esto se lo digo solamente a usted, cuando, en realidad, la realidad hace tiempo que se ha ido al carajo. Mientras acaban de ponerse de acuerdo la mujer que me vendió y el robot que acaba de comprarme digo que también es posible ser pendejo sin horarios. ¿Qué por qué no me sorprende que robe un robot? Tal vez porque mi inglés lo fui aprendiendo mientras miraba películas hechas en Hollywood, vete tú a saber.

Mientras tanto, los santos quieren formar un team de pelota, pero ninguno de ellos ha pensado en mí. No te apures, me digo, entre tú y yo los borraremos. Basta con que se presenten, una noche, ante una cancha unánime, con la intención de volver a dar la misma cara de oprobio. Los borraremos como si solo fueran tiza de la clase de ayer, igual que los cardenales que dejan ciertos abrazos, más o menos vivos, simple o llanamente muertos.

lunes, 22 de abril de 2013

Primera de las últimas leyes de la termodinámica telepática


Puedes pensar: después de todo, hay trenes más veloces que también se estrellan contra su propio ocaso.

Para todo lo demás, sobre todo si es abril y ya no necesitas fuego para encender toda la inmensa dicha que te produce el hecho de ya no ser quien una vez soñó con escribir esto, hay millones de parásitos esperando que pases para quitarte de encima esas feas libras de vida que te sobran.

Te vas borrando: eso es respirable. Tal vez, si fuera cierto, quedaría el temblor a dos pulgadas de la playa más remota como en una fotografía de tu propia existencia. Pero no lo es: apenas nada sobre la nada enorme, tal vez un punto o cualquier otro signo de buena fe.

¿Seguirás así, mientras llueve dentro de tu camisa azul, dejándote mirar por raros espejos que ni se saben tu nombre ni les importa lo que llevas de un lado para otro de tu vida? Puedes crujir:

las leyes se han hecho para tener que soportarlas. La primera de las últimas leyes, sobre todo, es la más incómoda:

ENUNCIADO:

todo lo que gira por dentro de sí mismo experimenta un vuelco de intensidad proporcional al calor que genera en su fricción entrópica.

COMENTARIO:

Toda idea fija tiende a dejar marcas en el pensamiento ondulante. La comunicación telepática es por definición transcorpórea: atraviesa el tiempo y puede sufrir retrasos inexplicables e imposibles de medir en unidades convencionales. En el pasado, por ejemplo, alguien pudo haber pensado esto que aquí escribo con  insuficiencia de medios.

Tener que soportar esta ley nos hace inmunes al miedo de solo ser un yo. Y no hay que hacer ningún esfuerzo por cumplirla:

las verdaderas leyes siempre se cumplen a sí mismas a través de nosotros.







viernes, 1 de abril de 2011

soy tan feliz que me desmorono

parece que va a llover esta noche: un cubalibre lleva a otro marlboro. tom waits se desgrana desde un suelo tan frío que a uno le dan ganas de llevárslo un mes a la playa de güibia,

pero soy tan feliz que ya ni me reconozco

hice exactamente lo que habría hecho si hubiera sido otro en lugar de yo: me he dejado llevar de la mano por la muejr más buena del mundo, quien ya me ha hecho una niña preciosa y a quien amo con la misma velocidad con que cualquiera puede comerse diez kilómetros de uno de los cables de acero que sostienen el puente duarte.

he dejado de escribir y de creer que podría escribir, si quisiera, cualquier cosa mejor que todo lo que he escrito hasta ahora; me estoy dejando crecer un cansancio más grande que el mar: envejezco como un tiro de máuser a una esquina de los cincuenta; resbalo por una pendiente sin dientes pero llena de pendejadas,

en fin

creo que me desmorono mejor en este amortiguado yo en el que me he convertido.

viernes, 13 de febrero de 2009

¿Dando vueltas en círculo?


Otra vez me encuentro parado ante la misma encrucijada, y compruebo que he estado en este mismo sitio tantas veces en el pasado que ya no necesito mirar hacia atrás para saber que lo que me espera es igual a lo que ya antes he visto:

Las palabras se acometen, unas a otras; las miradas se congelan y se cubren de una pátina parecida a la del papel encerado; las voces suben y bajan alternativamente de tono; los gestos se crispan y, poco a poco, se va activando la colección completa de guiños y mímicas cinematográficas  por medio de las cuales siempre creemos decir más —cuando en realidad solo podemos decir menos— que lo que sería necesario que nos dijéramos para poder, llegado el caso, comunicarnos.

Como tantas otras veces, la lógica me obliga a pensar que nada prueba que esta vez todo será igual a las anteriores ocasiones, y continúo avanzando. 

A tientas, sigo moviéndome en un territorio ajeno. Sé bien que debo mirar bien dónde piso, puesto que el camino por el que marcho desaparece inmediatamente a mis espaldas a cada paso que doy. 

Mis pies son mis palabras, torpes, mal pensadas y peor dichas. Aquello que las mueve no es ni siquiera mi voz, ni mi intención, ni mi deseo, sino eso que surge del mismo hecho de encontrarme avanzando por un camino que apenas conozco, pero que sólo puede llamarse "Tú".

De vez en cuando tropiezo o me duele un callo. Entonces callo, y el camino se ausenta. Es decir, permanece en su sitio, pero, por alguna razón que no siempre conozco, me impide continuar avanzando. En esos momentos, la parte mala de mi imaginación se apodera de mis palabras, me tuerce uno que otro verbo, corrompe el sentido de mis más puros adjetivos, me desordena la alegría y me desubica el ánimo. Hasta que, de repente, todo vuelve a la normalidad: el camino se hace presente, y puedo proseguir mi viaje.

Por lo menos, así sucede hasta que, otra vez, me encuentro parado ante la misma encrucijada, y compruebo que he estado en este mismo sitio tantas veces en el pasado que ya no necesito mirar hacia atrás para saber que lo que me espera es igual a lo que ya antes he visto...

O casi.



jueves, 29 de enero de 2009

Noticias de un nadante


Solo de vez en cuando, me permito nadar en el mar de la nada. Por lo común, busco evitarlo, pues sé bien que, si nadas en la nada, te arriesgas a que no te ocurra definitivamente nada, y eso es igual que dejar de vivir, o casi.

El ejemplo ya es clásico: aquí en Santo Domingo, donde me hago creer que vivo desde hace algunos años, la nada ya nos ha dejado sin universidades, sin escuelas, sin servicios públicos, sin energía eléctrica, sin editoras, sin control de precios, sin protección y sin defensa ante los abusos que cada día cometemos contra nosotros mismos los nueve millones de habitantes (mal contados, como debe ser) desprovistos de cualquier asomo de amor propio que poblamos este pedazo de isla caribeña y que, a veces, nos resignamos a seguir llamándonos "dominicanos", aunque solo una ínfima porción de nuestra población llega a hacerse pagar debidamente por ello.

Esa nada que baja en forma de gas la Máximo Gómez, y que, cuando se mete por la Correa y Cidrón ya se ha convertido en un denso riachuelo de sudores corriendo por las cunetas de la Zona Universitaria, donde adquiere tonalidades parduscas o rojizas, según el día y la hora, antes de seguir su curso hasta la avenida Abraham Lincoln, de donde no tarda en dirigirse a Bella Vista por la avenida Rómulo Betancourt, o por la Sarasota hasta la Núñez de Cáceres, y que al llegar a Las Praderas ya tiene todos los rasgos característicos de los torrentes, aunque en el fondo sigue siendo la misma nada: vómito de incontables indefiniciones, inefable muermo de querer no ser eso que sigue siendo a pesar de tantas evasivas como cabezas alcance a perforar...

Sí: la nada nos horada las horas con su taladro de vacío. Por las tardes, cuando cae el sol de los muertos, se la puede ver tomando el fresco en cualquier banco del parque Colón, como si en verdad nadara, o mejor dicho: como si nada.

Y es que a nadie aquí le importa realmente nada que todo y nada sean entre nosotros la misma cosa. Es más, cada quien a su manera, trabaja con empeño, día a día, para igualarse a la nada, para agrandar a la nada uniéndose a ella, pues, en el fondo, cada uno de nosotros está íntimamente convencido de la validez de esa inmejorable lección de nihilismo que nos han legado como herencia nuestros quinientos años de vivir entre mentiras ajenas, y que solo entre los jóvenes de la última generación ha alcanzado su expresión más prístina: el "na é na", el "nada es nada" en el que se mueve cada uno de esos nadantes ocasionales que, como yo, ya han perdido hasta el deseo de creer que hay vida fuera de esta nada.

Cartagena y yo

  Por Manuel García Cartagena   Escena 1 Una tarde a principios de los 80 —con un poco de esfuerzo podría incluso recordar el año—, el...