jueves, 17 de julio de 2008

¿hay golpes muy fuertes en la vida? yo tampoco sé...

No es mucho el tiempo que ha pasado desde la última vez que colgué un texto en este espacio, pero es como si cada uno de los cambios que han venido transformándome desde adentro me hubiera quitado una esquirla hoy, una lasca mañana, ayer un trozo de nariz, antier alguno de mis brazos...

He cambiado tanto en los últimos tres meses que me pregunto si todavía soy «aquel que ayer no más decía el verso azul y la canción profana», émulo secreto de alguno de mis Mí Mismos, enfermo de palabras ajenas, solitario consumidor de toda suerte de condumios neuróticos, bueno para las noches de luna llena, malo para soportar pendejadas... fuesen estas propias o ajenas.

Cada cambio que damos en la vida nos arranca un pedazo de ese ser que una vez quisimos ser y que nunca fuimos, ya que los cambios, cuando verdaderamente merecen ser llamados así, siempre se oponen a todos nuestros proyectos, es decir, no decimos: "quiero cambiar", y luego cambiamos, sino que es la vida la que nos cambia a su manera, de golpe o gradualmente. No entender esto es caer en ese tipo de locura tan típica de los nuevos ricos modernistas que consiste en creerse el «arquitecto de su propio destino», y soñar con que un día nos eligirán el «self-made-man» o la «self-made-woman» del año, y andar por la vida creyendo que nos llevamos el mundo por delante sin siquiera darnos cuenta de que hace rato que el mundo nos ha dejado atrás, bien atrás...

Esos sueños de poder son menos resistentes que una burbuja de jabón o de chicle en este mundo que solo puede compararse con un desierto lleno de cactus. Total, solo quienes se confiesan débiles son capaces de soñar con ser poderosos algún día.

En lo que a mí respecta, me limpio las manos con lejía antes de escribir en este teclado lo siguiente:

Si a poderosa vamos,
poderosa es la Señora Vida,
también conocida como Madame La Vie.

Ella nos golpea cuando quiere.
Ninguno de nosotros puede golpearla.

17 de julio de 2008

Cartagena y yo

  Por Manuel García Cartagena   Escena 1 Una tarde a principios de los 80 —con un poco de esfuerzo podría incluso recordar el año—, el...