lunes, 22 de abril de 2013

Primera de las últimas leyes de la termodinámica telepática


Puedes pensar: después de todo, hay trenes más veloces que también se estrellan contra su propio ocaso.

Para todo lo demás, sobre todo si es abril y ya no necesitas fuego para encender toda la inmensa dicha que te produce el hecho de ya no ser quien una vez soñó con escribir esto, hay millones de parásitos esperando que pases para quitarte de encima esas feas libras de vida que te sobran.

Te vas borrando: eso es respirable. Tal vez, si fuera cierto, quedaría el temblor a dos pulgadas de la playa más remota como en una fotografía de tu propia existencia. Pero no lo es: apenas nada sobre la nada enorme, tal vez un punto o cualquier otro signo de buena fe.

¿Seguirás así, mientras llueve dentro de tu camisa azul, dejándote mirar por raros espejos que ni se saben tu nombre ni les importa lo que llevas de un lado para otro de tu vida? Puedes crujir:

las leyes se han hecho para tener que soportarlas. La primera de las últimas leyes, sobre todo, es la más incómoda:

ENUNCIADO:

todo lo que gira por dentro de sí mismo experimenta un vuelco de intensidad proporcional al calor que genera en su fricción entrópica.

COMENTARIO:

Toda idea fija tiende a dejar marcas en el pensamiento ondulante. La comunicación telepática es por definición transcorpórea: atraviesa el tiempo y puede sufrir retrasos inexplicables e imposibles de medir en unidades convencionales. En el pasado, por ejemplo, alguien pudo haber pensado esto que aquí escribo con  insuficiencia de medios.

Tener que soportar esta ley nos hace inmunes al miedo de solo ser un yo. Y no hay que hacer ningún esfuerzo por cumplirla:

las verdaderas leyes siempre se cumplen a sí mismas a través de nosotros.







Cartagena y yo

  Por Manuel García Cartagena   Escena 1 Una tarde a principios de los 80 —con un poco de esfuerzo podría incluso recordar el año—, el...