Si lo pensamos bien, en el mismo momento en que descubrimos, como aquel famoso personaje de Julio Cortázar, que nuestros pies comienzan a hundirse en la acera por donde caminamos, deberíamos alegrarnos en lugar de asustarnos.
En efecto, cualquiera que sea como nosotros, latinoamericanos de esos que rebotamos sin rompernos cuando chocamos con casi cualquier esquina de casi cualquier ciudad, tiene bien claro el significado de la palabra "borrarse". Por eso no es raro que, en ese mapa de la nostalgia que, todavía, que yo sepa, a nadie se le ocurre concebir, nuestros países cambian de nombre.
Por efecto de esa drástica lavativa mental que es la permanencia prolongada en un espacio que no es aquel en donde, cierto día, dejamos atrás las huellas de nuestra infancia, terminamos casi siempre asumiendo líquidamente la forma de esos nuevos recipientes que han terminado conteniéndonos, a veces a regañadientes, a veces con esa indiscreta forma de indiferencia que los periódicos llaman "tolerancia".
En eso no nos diferenciamos un ápice del africano que piensa en su Burkina-Faso en una esquina de Madrid, ni de la muchacha argelina que camina hacia la universidad embutida dentro de una parka de alpaca en alguna ciudad francesa. Ese somnífero llamado "capacidad de adaptación de los seres humanos" nos mantiene convenientemente aletargados en lo que respecta a la verdadera consistencia de ese suelo sobre el cual un día llegamos a creer que era posible un nuevo comienzo para nuestras vidas.
Sí. Fue ese mismo día cuando nos quedamos dormidos.
Por eso, insisto, deberíamos alegrarnos y no asustarnos cada vez que descubrimos que también en ese lugar donde nos hallamos se cuecen las mismas habas que creíamos haber dejado atrás. Y por eso también es mejor que continuemos sumidos todo el tiempo que podamos en ese dulce sueño que nos protege, igual que aquella mítica piscina amniótica, de los golpes y bruscos roces a los que día a día debemos enfrentarnos en nuestra nueva realidad.
Claro, podría ser peor para nosotros: podríamos despertarnos algún día...
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